Viernes, 05 de Julio 2024

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El Estado como narrador del desastre

Por: Diego Petersen

El Estado como narrador del desastre

El Estado como narrador del desastre

¿En qué momento pasamos del Estado como garante de la paz y la justicia a un Estado que se asume como simple observador y narrador del desastre? 

En un acto de sorprendente renuncia a su responsabilidad, ayer en la Mañanera el presidente narró con lujo de detalle la confrontación entre dos grupos criminales que se pelean el territorio en la frontera con Guatemala y cuáles son las actividades delictivas que se disputan. Es el corredor del tráfico de personas y el trafico de drogas, dijo López Obrador como quien narra la disputa del balón en un partido de futbol; como si el Estado, que él preside, no fuera responsable de lo que sucede en el territorio. Fue una masacre, 19 muertes en total tras el enfrentamiento, pero el gobierno, según nos informó, está dedicado a atender las causas, no a evitar a que los delincuentes se disputen el territorio nacional para ejercer actividades ilegales.

Lo que hace el presidente no es distinto a lo que hacen la mayoría de los gobernadores y presidentes municipales que se han convertido en narradores privilegiados de la violencia y no en garantes del Estado de derecho y la paz. Nuestras autoridades de todos los niveles han naturalizado de tal forma al crimen organizado y aceptado con tal candidez que hay zonas del país donde ellos no mandan, donde solo son testigos bien informados de lo que otros deciden, que la pregunta que queda en el aire es cuál es el papel del Estado.

Dicho de otra manera: mientras los mexicanos nos desgañitamos en la defensa o la denostación de los ministros de la Corte; mientras se discute en foros la elección de jueces, magistrados y ministros, la justicia y el Estado de derecho corren por otro derrotero, con otras reglas y otros códigos que nada tienen que ver con la ley. Lo que está en juego para la clase política, lo que debaten, es el control del Poder judicial, no la justicia. Lo que está en juego en las localidades concretas, en cerca de 800 municipios del país de acuerdo con los últimos cálculos, es la existencia misma del Estado, es la disputa por el poder real en el territorio.

Ahora sí que parafraseando a ya saben quién, al otro Mesías, no al de Macuspana, ¿de qué sirve ganar la Corte si al final perdemos la justicia? ¿de que sirve ganar el Palacio de Justicia si al final perdemos el territorio? Necesitamos poderes que aseguren el Estado de derecho, no que lo comenten o lo narren. Hay que repetirlo una y mil veces: no se matan entre ellos porque ellos somos nosotros. Cada masacre como la de La Concordia, Chiapas, es una derrota nacional.

diego.petersen@informador.com.mx

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